domingo, 26 de septiembre de 2010

Estrategias de venta (ilusión)

—Buenas, con el debido respeto que se merecen -la voz enérgica-, les deseo que tengan lo que es un buen día. También agradecer al señor motorista la oportunidad que me da de subirme a esta unidad del transporte. Déjenme decirles que yo les traigo lo que es un truco de magia…

El último pasajero en abordar este autobús de la ruta 2-C tiene la cara pintada con colores vivos, las líneas muy bien trazadas. Es un payaso, y se ve que cuanto menos domina el arte del maquillaje. Sabe que su disfraz dejaría de serlo sin esa capa multicolor en su rostro. Viste una camisa con dibujos de dragones en la que predomina un azul muy vivo. Los jeans, azules, sin mayor secreto. Y calza zapatones blancos, pero no lo habituales del gremio, sino unos que son grandes nomás por haber pertenecido quizá a algún jugador de baloncesto. El bus aún no arranca, pero por la hora aún va tranquilo, todos sentados, y el payasito se detiene cerca de la entrada, justo a mi lado.

—Déjeme decirle que yo del bolso de mi pantalón voy a sacar lo que es esta pañoleta roja, la cual yo la voy a extender por completo –y la extiende por completo–. Como ustedes pueden ver, nada de este lado, tampoco de este. Ahora vamos a agarrar lo que son las cuatro puntas de este bolado, las unimos, vamos a cerrarlo con esta punta, de esta otra, esta otra por aquí, esta por aquí, esta por aquí –el payasito hace lo que dice, y el resultado en un gurruño rojo–. Abrimos de aquí, sacudo, soplo, sacudo, soplo, sacudo, soplo, sacudo, soplo, ahí caballero, si es tan amable –se dirige a un hombre que ni siquiera le devuelve la mirada–, vamos a meter la mano en este bolado, para ver qué es lo que sacamos. Señora, por favor, ¿sería usted tan amable de levantar la pañoleta?

La señora sí le sigue el juego, y levanta la pañoleta de una de las esquinas: en la mano del payasito aparece un huevo.

—¡Sacamos un huevo, mire! Todos se preguntan, todos se dicen: ese huevo es de mentira, es de plástico, es de goma. Déjeme decirle, familia, que el huevo no es de mentira ni es de plástico ni es de goma, y se lo voy a demostrar. Caballero, por favor –se dirige a otro, evidentemente más complaciente que el primero–, con el debido respeto que se merece, ¿me puede tocar el huevo?

Todos sonreímos, mientras él aprovecha para envolver el huevo con la pañoleta roja.

—No, no piense mal. Además, también lo podemos desaparecer. Vamos a colocar el huevo dentro de la pañoleta. Caballero –ahora se dirige a mí–, ¿esto ya lo hizo alguna vez?
—No –respondo, en un tono tan tímido que debo reforzarlo con un movimiento de cabeza.
—Primera vez que lo hace. Es muy simple. Lo único que va a hacer es tener el huevo y a la cuenta de tres va a soltarlo, ¿okey?

El payasito me sujeta con una mano mi muñeca derecha, que me la levanta, y con la otra mete en mi puño la pañoleta. Por encima del puño queda el huevo cubierto, al menos eso es lo que yo siento por el peso. Si ahora deshiciera mi puño, que es lo que me pide, 
caerían sobre mis rodillas la pañoleta y el huevo.

—Levanta más la mano, vamos. Uno, dos, tres, ¡suéltelo, caballero!

Puede más la confianza en este desconocido, y abro mi puño. Pero solo cae la pañoleta roja.

—Todos se preguntan, todos se dicen, ¿qué se hizo del huevo? Algunos estarán diciendo: ese huevo ya lo desapareció el payaso. No, familia, el huevo no desapareció, el huevo ahorita lo lleva el caballero debajo del asiento. Así que, caballero, levántese y dame el huevo.

Me levanto del asiento para comprobar si, cual gallino, estoy empollándolo.

—Son bromas, caballero –y al payasito se le sale una tenue risa que solo yo alcanzo a escuchar–, no lo busque, de veras –vuelvo a sentarme con cara de circunstancias–. Para mí es un honor, y es un orgullo que a un bus se suba una artista, un payaso, un cómico a hacerle un truco de magia o algo por el estilo. Es así, ¿verdad? Por eso voy a pasar por una colaboración, lo que le salga de su corazón. Así yo me despido con este lindo poema que dice así: Del cielo cayó una rosa/ de ella salió un botón/ pero de veras yo a ustedes/ los llevo en mi corazón. Que tengan un feliz viaje y que el Señor me los bendiga a cada uno de ustedes y derrame bendiciones. Así que muchas gracias.

El payasito da el primer paso, pero su actuación aún no ha terminado. Falta la guinda.

—Ah, familia, quedamos en un deacuerdo, oiga: si no lleva, pues no se aflija, oiga, porque yo acepto cadenas, pulseras, anillos, aritos, las llaves de la casa, las llaves del carro… De todo menos niños, porque mucho comen.

El show le ha llevado 2 minutos y 49 segundos. La cosecha de monedas es modesta, demasiado para un vendedor de ilusiones, pero el payasito ha logrado arrancar un buen puñado de sonrisas y hasta de risotadas abiertas que quizá –no creo– le compensen.



1 comentario:

  1. Me ha sacado lo que es sonrisas también a mi!! Gracias por el post!

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