lunes, 27 de junio de 2011

El monstruo azul

Son las 2 de la tarde y los alrededores de Catedral metropolitana están extrañamente vacíos y transitables; hasta se escucha el cantar de los pájaros entre los árboles del parque Hula-Hula. En unas horas llegará, dicen, el presidente de Estados Unidos a visitar la cripta de Monseñor Romero, pero eso, la verdad, poco importa para este relato si no fuera porque es eso lo que mantiene las calles cerradas al tráfico vehicular y por la presencia masiva de policías y soldados.

Sobre la acera de la avenida España, en la cuadra de la catedral, caminan en sentido sur-norte un joven padre y su hijo de no más de tres años. El niño llora con ganas, berrea, como si el llanto fuera si mejor argumento, y el padre, un vendedor de los puestos de música cristiana, lo lleva casi a rastras, zarandeándolo de la mano por lo descompensado de las zancadas. Cuando llegan a la esquina de la cuadra, el joven padre se detiene y, al ver en la acera de enfrente un grupo de agentes de la Policía Nacional Civil, se agacha para dirigirse a su hijo, pero eleva la voz.

—Mirá quiénes están ahí… Si no dejás de llorar, te llevaré con la Policía.

Pero ni con esas reprime su llanto el niño.

Fotografía: Roberto Valencia

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