sábado, 5 de noviembre de 2011

Feliz cumpleaños, Chabelita


[La ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, nació  el 5 de noviembre de 1922]


El 5 de noviembre de 1922 fue domingo. Ese día se proyectó la película “Jilmy” en el salón Orozco de Santa Tecla. Filomena Peña de Brown puso en venta su casa de San Martín, situada a una cuadra de la estación del ferrocarril, y la pierna de Modesto Valdés se fracturó tras ser atropellado por uno de los pocos automóviles que recorrían el barrio Santa Lucía. Ese día no fue uno más en la vida de María Isabel. Ella nació ese día en la casa familiar del barrio Concepción, en San Salvador. Apenas cuatro años antes había finalizado la Primera Guerra Mundial. 

Cuando ella llegó al mundo, Quezaltepeque era el interior del país. Por eso venirse a San Salvador, “a la civilización”, fue toda una aventura para Concepción Rodríguez –su madre–, Isabel Rodríguez y Elena Rodríguez. Esas tres mujeres –tres hermanas– marcaron los primeros años de vida de María Isabel. De la persona que embarazó a Concepción sabe que era “un señor abogado muy distinguido” casado con una tía de las tres. Ni siquiera heredó el apellido. Fue hija de una madre soltera en el San Salvador de 1922.

“Yo fui la única hija de mi madre quien, una vez que yo nací, por esa sensación de vergüenza que uno tiene, se aisló para cuidar de mí, muy sometida por sus hermanas”, recuerda. Le gusta decir que es hija de tres mamás, aunque en ese ambiente familiar, Concepción tenía un papel muy dócil, ante las fuertes personalidades de Isabel y Elena. Si Chabelita –así la llamaban de niña– recibía algún premio en la escuela, no era su madre la que iba, sino cualquiera de las hermanas: “Mi mamá aprendió a manejar la situación de ser yo su hija para ella, pero no para el público”.

Con una tienda en el barrio La Vega como principal sostén económico de esta atípica y matriarcal familia, a los ocho años María Isabel inició sus estudios en una escuela pública. Terminó la primaria y tuvo que afrontar su primera gran batalla por hacer prevalecer su pensamiento. Fue en 1936, cuando decidió estudiar secundaria en el Instituto Nacional General Francisco Menéndez (el INFRAMEN).

—Solicité la admisión a escondidas de mi familia, y entonces, un día de tantos, el primer telegrama en mi vida que recibo fue para decirme que me habían aceptado.
—¿Ese instituto es el mismo INFRAMEN que ahora?
—El mismo, pero en aquella época era un instituto –matiza– de una calidad académica altísima. Era un colegio militarizado, con las muchachas vestidas de militares y todo eso.

El instituto lo dirigía entonces un coronel francés que años atrás había participado en la colonización africana, y que mantenía como obligatoria una asignatura de tiro al blanco. Además de disciplina y de saber disparar, dice haber encontrado en los cuatro años que estuvo allí a los mejores profesores del país.

Lograr el ingreso supuso primero superar los prejuicios existentes en la estructura familiar: “Hubo consejo de familia, y mi tía mayor hizo una conclusión muy rápida: ‘Si dejan ir a esta muchacha es por ser la más feíta del grupo y porque quieren perderla; es un lugar donde hay mujeres y hombres juntos’. Fue una discusión terrible, pero triunfé”.

Gracias a ese triunfo, además de garantizarse un futuro, supo cuál era su nombre. Hasta 1937 creyó que se llamaba Isabel a secas, como su tía. Pero al llegar al INFRAMEN, donde tuvo que llevar la partida de nacimiento, vio que cuando la nombraban al pasar lista se referían a ella como María Isabel Rodríguez.

“En ese tiempo 
mueve sus manos con uñas pintadas de un rojo muy vivo me dolió horrores que me cambiaran el nombre en el instituto, porque yo era Chabelita. En mi casa aún me llaman Chabelita, aunque para toda la chiquitinada soy la Tía Lita.”

Caricatura: Otto Meza


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(Este relato forma parte de un perfil titulado "Estudió, educó, batalló, naufragó, rio", que fue publicado en octubre de 2007 en la revista Enfoques, del diario salvadoreño La Prensa Gráfica).

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