jueves, 29 de septiembre de 2011

¿Estás vacunado?

En el tiempo que como periodista he estado pendiente de los sistemas penitenciarios de Centroamérica me ha tocado hablar con funcionarios de distintos países y he visitado numerosas cárceles de Guatemala y El Salvador, pero no recuerdo haber escuchado tantas frases juntas que, a pesar de ser fruto del sentido común, suenan casi escandalosas fuera de Nicaragua. “Nadie está vacunado para no terminar algún día allí adentro”, me dijo la procuradora de cárceles, Auxiliadora Urbina. El padre Luis Amado Peña zanjó una de nuestras pláticas con una idea también simple, pero que suena a gran revelación: “Esa gente que está hoy adentro algún día va a salir; y si sale con más odios, ¡pobre sociedad!”

Fotografía: Mauro Arias Panamá/elfaro.net
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(Este es el párrafo final de un reportaje titulado ¿Cuál es el secreto de las cárceles nicaragüenses?, publicado el 3 de abril de 2011 en la sección Sala Negra del periódico digital El Faro).


jueves, 22 de septiembre de 2011

¡Esto es un Ataco!

¿Y aquí es tranquilo? La pregunta es la de rigor cuando se turistea en cualquier lugar del mundo, con más razón en un país tan descompuesto como El Salvador. Hoy el “aquí” es un pueblito de postal llamado Concepción de Ataco, en Ahuachapán, y la respuesta del encargado del hostalito fue que sí, que es tranquilo, en perfecta armonía con la buena vibra que me transmite el lugar. Pues bien, hace un rato mi esposa y yo vimos la ciclópea cruz blanca en medio del cerro y quisimos ver Ataco desde allá arriba. Y surgieron las dudas. No es paranoia gratuita, creo. No soy de esos salvadoreños que viven encapsulados, temerosos hasta de su propia sombra, de esos que solo conocen la pobreza por televisión. Soy asiduo de la 52 y de la 101-D, camino cuanto puedo y me gusta sobremanera almorzar o echarme unas Pílsener en algún chupadero del centro de San Salvador con mi amigo Francisco Campos. Pero diez años en El Salvador pasan factura. Y ahora, después de subir esta cuesta infinita entre brumas, arañas y cafetales, después de sentir la soledad, uno no termina de disfrutar este mirador privilegiado por la maldita sensación de que aquí y ahora algo malo podría pasar.

Fotografía: Iris Girón

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Lágrimas de cocodrilo por una elefanta

[Este relato se publicó en el periódico digital español El Mundo el 22 de septiembre de 2010, bajo el titular La muerte de una elefanta conmociona El Salvador. Hoy se cumple un año de la muerte de la elefanta Manyula, y estas mismas palabras adquieren nuevos matices... creo yo]

En El Salvador ocurren situaciones que cuesta explicar cuando se escribe para fuera. Cuesta explicar, por ejemplo, que dos pandillas juveniles paralicen el país tres días; cuesta explicar que un presidente que decía ser de izquierda no promueva mejoras en el salario mínimo; y la última,cuesta explicar que la muerte de una elefanta cree un estado de conmoción cuando asesinan en la indiferencia a 12 personas todos los días.

La elefanta en cuestión, de la subespecie asiática, se llamaba Manyula. Falleció a las 17:50 del martes de un paro cardio-respiratorio, después de una semana de agonía generada por una falla en su sistema renal. “Quiero informar al pueblo salvadoreño que Manyula no sufrió”, dijo a los numerosos medios de comunicación presentes el director del Zoológico Nacional, Raúl Miranda.

La confirmación de la muerte provocó la interrupción del noticiero nocturno de Tele2, uno de los canales con mayor audiencia. Cientos de personas se acercaron a las instalaciones del zoológico, y otro noticiero, el de CuatroVisión, incluso se atrevió a enviar a su presentadora vestida de negro para informar desde el lugar de los hechos, en medio de mariachis y junto a un hombre disfrazado de Santa Claus.

Este miércoles todos los diarios amanecen con la noticia en sus portadas. “Manyula nos deja”, dice El Diario de Hoy. “Luto por muerte de elefanta Manyula”, dice el diario salvadoreño El Mundo. “Manyula nos dijo adiós” y “Reina del zoológico”, dice La Prensa Gráfica, un periódico que le dedica cinco páginas completas, casi todas de puras fotografías. En las redes sociales Twitter y Facebook no se habla de otra cosa.
¿Quién era Manyula?

La elefanta Manyula llegó a El Salvador en junio de 1955 embarcada en un carguero alemán de nombre Rheinstein. El Gobierno de aquella época compró un lote de 18 animales al zoológico Hagenbeck Tiepark de Hamburgo para intentar convertir el parque de la capital en un reclamo turístico.

El documento oficial de embarque señala que el ejemplar tenía tres años, por lo que falleció con 58, si bien un error de conteo cometido en el año 2000 por las autoridades del zoo –y que no han querido corregir los sucesores– llevó a creer que Manyula este año cumpliría 60. Había nacido en la India y había sido enviada a Alemania en abril de 1954.

Un estudio fechado en 2004 estableció en 45 años la vida promedio en cautividad de las elefantas asiáticas en zoológicos estadounidenses. Manyula vivió 55 años en unas condiciones que distan de las que se brindan en países desarrollados. Sobrevivió a tres terremotos, cuatro huracanes y dos guerras: la guerra civil (1980-1992) y la guerra contra Honduras (1969). En la actualidad, no más de una docena de elefantes en todo el continente superaba su edad.

Más allá de los números, en un país escaso en referentes propios, la elefanta terminó convertida en un ícono nacional e intergeneracional. Ese nombre lo reconocen la inmensa mayoría de las personas de 10, 30 o 70 años, y cuesta encontrar a algún salvadoreño que no la haya visitado en alguna ocasión.

“La verdad es que es la atracción principal del zoológico, porque lo cierto es que la mayoría de los niños que nos visitan se concentran en el área de la elefanta. Digamos que es el animal principal”, me dijo tiempo atrás Jorge Adalberto Campos, uno de sus cuidadores.
¿Y ahora qué?

Disecarla, conservar su esqueleto, bautizar el zoológico con su nombre y hacerle algún monumento conmemorativo fueron algunas de las propuestas que se escucharon en los últimos días, cuando se tenía certeza de la inminencia de su muerte. Hay quien pide un sustituto, hay quien pide que se cierre el zoo.

Lo único seguro es que este miércoles será sepultada en el mismo recinto en el que vivió 55 años, y que el Gobierno no parece estar dispuesto a desaprovechar esta oportunidad de que durante unos días el país hable de Manyula y no de otros problemas, como el encarecimiento del frijol y de la gasolina. La Secretaría de Cultura prepara ya un listado de actividades conmemorativas.

La conmoción durará algunos días. Luego pasará, como ocurre siempre aquí, y el país regresará a su normalidad: niños harapientos en los semáforos, comunidades enteras sometidas por las maras, discusiones estériles entre los diputados, los 12 asesinatos de cada día… Es una de esas situaciones que ocurren en El Salvador que cuesta explicar cuando se escribe para fuera.

Fotografía: Roberto Valencia

martes, 20 de septiembre de 2011

Sangre en Nombre de Dios

Nunca se conoció el resultado final del partido que enfrentó a los jóvenes de Nombre de Dios contra los de Las Piletas. La violencia, la madlita violencia, abortó aquella que estaba llamada a ser una apacible mañana de fútbol.

La cancha situada junto al cementerio, en la propiedad de don Florencio López, era la más solicitada de todas las del cantón Nombre de Dios. Sí, Nombre de Dios es un cantón del municipio de San Agustín, departamento de Usulután, pero tan populoso que en algún momento llegó a haber hasta cuatro terrenos para jugar fútbol regados en los distintos caseríos. Rudimentarios todos, de tierra y sin gradas, pero más que suficienten para congregar a un respetable número de aficionados. Eso sí, los partidos más importantes en Nombre de Dios se jugaban siempre sobre la cancha de don Florencio, y el mascón contra Las Piletas –otro cantón de San Agustín, pero en la otra punta del municipio, en la ribera del río Lempa– era de esos importantes. Aquel domingo además era Día de Muertos, uno de los días más señalados en el calendario de las áreas rurales.

Carlos Méndez y Nicomedes Flores, veinteañeros los dos, llegaron con sus corvos bien afilados desde Las Ollas, un caserío que, si bien pertenecía al municipio de Berlín, estaba cerca de Nombre de Dios. Llegaron tomados. Se sentaron a ver el partido como todos los demás, hasta que identificaron que el árbitro era de la familia Rodas. Unas pocas semanas atrás, los Rodas habían matado a machetazos a un familiar de Carlos Méndez, y las dos familias se la tenían jurada. Lo normal era que este tipo de pleitos también afectara a los amigos de unos y otros. El Salvador, al menos en el área rural, se regía por estas enemistades a muerte, y en los días de fiesta grande –Difuntos, 15 de Septiembre, Navidad...–, cuando se tomaba con mayor desmedida, salir con el corvo al hombro, más que una precaución, era una obligación.

Nicomedes desenfundó el corvo y, en medio del partido, se fue gritando como loco hacia el árbitro, pero este se percató y corrió con tanto ímpetu que no le costó perderse entre las veredas. Los jugadores y buena parte del público también corrieron y, pese a su estado de ebriedad, Nicomedes reconoció entre la muchedumbre a don Salvador Rodas, cincuentón ya, pero Rodas al fin y al cabo. Se fue contra él. Como casi todos en ese lugar, don Salvador también cargaba su corvo y, cuando se sintió acorralado, plantó cara a su agresor. Lo hizo con tanta destreza que le acertó dos veces a Nicomedes –un tajo en la cara y otro en la rodilla–, y quizá hasta lo habría matado si Carlos Méndez no hubiera aparecido por su espalda para propinar a Salvador dos profundos y traicioneros machetazos en su brazo derecho.

Con don Salvador retorciéndose de dolor en el suelo y sangrando a borbotones, los atacantes se dieron por satisfechos y emprendieron su huida hacia la quebrada Las Lajas, conscientes de que no tardaría en llegar la autoridad del cantón, los comandantes cantonales Rubén Gómez y Domingo Molina.

El brazo de don Salvador nunca recobró la movilidad, pero afortunadamente no murió nadie en aquella mañana de noviembre de 1941. No fue la única vez que corrió la sangre en Nombre de Dios, ni mucho menos. Así, a machetazos, tenían por costumbre arreglar sus diferencias los salvadoreños de esa época. Eugenio Palma, delantero en aquel equipo de Nombre de Dios, lo cuenta sin pudor hoy que tiene 89 años. Sus recuerdos están llenos de peleas ajenas y de conflictos entre familias tan estúpidos como irreconciliables. Él se enorgullece de algo poco común entre los de su generación: nunca tuvo un enemigo.

—¿Y qué tan seguido ocurría que se agarraban a machetazos entre los jóvenes? –pregunto.
—Pues sobre todo cuando había alegrías, que era cuando la gente se ponía bola... Muchos pleitos eran entre las familias... Con el tiempo, cuando había un casamiento se avisaba a la Guardia Nacional para que llegara a cuidar, y venía una pareja con fusiles, para que no pasara nada. Para las fiestas de Nombre de Dios, para el 15 de enero, venían hasta cinco guardias de San Agustín, porque mucho se embolaba la gente.
—¿En las bodas se peleaban?
—Como convidaban a varias familias, y había chicha y guaro, siempre podía pasar...

El machete por las treintayochos, pero en el fondo quizá no ha cambiado tanto El Salvador en siete décadas.

Fotografía: internet

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(Esta crónica fue publicada el 19 de septiembre de 2011 en la sección Bitácora del proyecto de cobertura periodística de la violencia Sala Negra, de elfaro.net)

martes, 13 de septiembre de 2011

Las mujeres nos pertenecen

El pastor es joven, unos 28 años lo más. Y no hay que negarlo: tiene chispa, sabe elegir la palabra adecuada, la mirada pícara, el chiste fácil para encender a una feligresía que este domingo está integrada casi en su totalidad por hombres jóvenes.

—Venimos a adorarte, señor, con todo nuestro corazón –dice mientras comienzan a oírse los primeros compases de una movida canción.

Tampoco canta mal el pastor. Quizá esa sea la clave para escalar en el competitivo mercado de los pastores: cantar más o menos y tener dotes de showman.

Terminada la canción, el pastor abre las biblias por Génesis, capítulo 1, versículo 31. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”.

—Digan conmigo: en gran manera –repite el pastor.

Luego el pastor comienza a hablar de Adán y Eva, del huerto del Edén que se encontraba –dice– donde hoy es Iraq, de las responsabilidades que Dios dio a Adán, de cómo Adán nombró a todos los animales de la creación, de la inteligencia que define al ser humano, del momento en el que Adán se dio cuenta de lo solo que estaba y le pidió a Dios compañía…

—Y lo bonito, hermanos, que no creás que Dios volvió a formar otro ser de la tierra, sino que a la mujer la sacó del mismo hombre, por eso las mujeres nos pertenecen. ¡Amén, hermanos! En abundancia, me va a decir algún hermano por ahí… –risas cómplices–. No, una nada más, solo nos pertenece una… Y entonces, vino Dios…

Y el joven pastor, el líder espiritual, sigue con su larga y colorida interpretación del versículo, como si nada, convencido como está de que a cada hombre le pertenece una mujer. Solo una.


Fotografía: internet


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Estrategias de venta (chocolatinas)

Tiene unos 25 años. De su rostro serio destacan el candado y el pelo largo y repeinado hacia atrás, como si hubiera utilizado aceite para domarlo. Viste unos jeans desgastados, un par de tenis plantosos y una camisa tipo polo roja que en el pecho tiene cosido el logo de una asociación de vendedores llamada AVTRASCOSS. Acaba de subir al bus de la Ruta 52 en la parada ubicada a una cuadra de la plaza Divino Salvador del Mundo, salta el torno no sin dificultad, y acomoda el producto antes de arrancarse.

—Buenos días, amables pasajeros. Vean lo que les traigo. Déjenme decirles que este producto no le contiene galleta, no le contiene maní. Le viene el cien por ciento de puro chocolate. Este producto el cual lo pueden encontrar en todo buen supermercado, y su precio a cancelar es de 30 centavos...

El joven levanta enérgico tres chocolatinas como si estuviera jugando naipes.

—…pero a mí no me va cancelar eso. Solo le pido una cora, y además por esa cora yo le voy a dar dos chocolates; dos chocolates se me está llevando por 25 centavos de dólar. Para que le pueda llevar al niño, a la niña, y vayan saboreando por el camino…

También tiene chicles Trident –dos por la cora– y una barrita de caramelos de mentol con eucalipto, pero los ofrece sin ganas, a la pasada, como si supiera que su producto estrella son las chocolatinas.

—Persona que desee llevar algo, que desee disfrutarlo, pasaré por cada uno de sus asientos. De antemano, muchas gracias y que dios los bendiga.

Fotografía: Internet

sábado, 3 de septiembre de 2011

Fue en vano, Christian

Las cenizas de Christian Poveda están dentro de esa modesta caja rectangular de madera, sobre el pequeño pedestal –también de madera– que han colocado en el centro del triángulo que forman las esquinas de las dos primeras bancas y el altar. Son las 3 de la tarde del 9 de septiembre de 2009, y en la iglesia católica integrada en el Complejo Funerario Montelena se celebra la misa por la memoria del documentalista y fotoperiodista francoespañol, asesinado por pandilleros del Barrio 18 hoy hace exactamente una semana.

Hay media entrada en este templo sibarita, con aire acondicionado y un cuadro enorme de San Escrivá de Balaguer. A Christian, ateo declarado, quizá no le habría hecho tanta gracia este lugar para el penúltimo adiós, pero pudieron más los deseos de la familia de celebrar esta misa como muestra de gratitud por el apoyo recibido en los días pasados.

A la hora de los discursos la primera en subir es María José Poveda, la hermana. Tras agradecer las muestras de cariño y presentar a Christian como alguien que amaba profundamente a El Salvador, María José hace públicos sus deseos de que este asesinato –uno más entre los 4 mil 367 que habrá este 2009– sea un verdadero parteaguas en la vorágine de violencia extrema que carcome al país, que en verdad nos haga recapacitar, que suponga un antes y un después. “Que su muerte sirva para cambiar el país y para cambiar el mundo”, dice María José, con un marcado acento francés.

Inmediatamente después sube Blandine Kreiss, la embajadora de Francia, quien en primer lugar destaca la indignación de la comunidad francesa por el asesinato. “Christian no se contentaba con ser testigo desde adentro, sino que participaba en la búsqueda de las soluciones a los problemas más graves de su época”, dice Kreiss. “Su única ambición era provocar un debate a nivel nacional sobre el tema de la violencia juvenil en El Salvador, un flagelo que azota a la sociedad, y reflexionar sobre los métodos de enfrentarla”, dice. “Si su documental nos molesta tanto es porque presenta una visión humana de los problemas”, dice. “Ojalá su muerte no sea en vano”, dice.

El siguiente en subir al atril con micrófono es José Javier Gómez-Llera, el embajador de España. “Quiero decirles que mi país está firmemente comprometido con la construcción de una cultura de paz en El Salvador, y con el fortalecimiento de las instituciones que velan por la seguridad de los ciudadanos”, se atreve a decir el embajador. “Tengan la certeza de que contarán siempre con nuestro apoyo para construir un país pacífico, seguro”, agrega.

Por último, toma la palabra Aída Santos de Escobar, la recién nombrada presidenta del Consejo Nacional de Seguridad Pública. “Yo quiero, en nombre del gobierno salvadoreño, decir a la familia que los ideales de Christian quedan con todos nosotros”, inicia su intervención Aída, quien participó en La vida loca. “No vamos a poder lograr la paz mientras exista odio, mientras exista resentimiento, mientras existan egoísmos… Tenemos que luchar por una sociedad justa, y ese es el mensaje que nos dejan Christian y su obra”, dice.

Palabras y buenos deseos en apariencia honestos que quedan registrados en la libreta y en la grabadora, muy en sintonía con el campo pagado publicado hoy en un diario nacional por la familia, que dice así: “Hacemos votos porque El Salvador encuentre en sus hijos una razón para construir un remanso de paz, amor y justicia en este mundo. Que la sangre derramada por Christian abone fecundamente los caminos de reconciliación y amor entre hermanos. Nunca lo olvidaremos porque su obra, fuente de paz y armonía, habrá de tocar esos corazones endurecidos y les cambiará el destino hacia una VIDA FECUNDA”.

Dentro de dos años, en septiembre de 2011, desempolvaré todos estos apuntes y audios. El país seguirá en las antípodas de ser un remanso de paz, amor y justicia, no habrá habido reconciliación entre los salvadoreños, los corazones endurecidos seguirán duros como piedras, continuarán los odios, los resentimientos y los egoísmos, la cultura de paz aún sonará a frase hueca, el debate nacional sobre cómo afrontar el problema de las maras continuará pendiente y, en definitiva, en lo básico, El Salvador no habrá cambiado en nada, al menos para bien.

Dentro de dos años se habrán sumado más de 8 mil salvadoreños –digo: ocho mil salvadoreños– en el listado infinito de personas asesinadas, y el problema de violencia estará aún más enquistado en la sociedad, en todos sus estratos. Quizá entonces escriba un artículo que deje entrever que, a pesar de las palabras y los buenos deseos que acabo de escuchar, tu muerte lamentablemente fue en vano, Christian.

(Antiguo Cuscatlán, El Salvador. Septiembre de 2009)

Fotografía: internet

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(Esta crónica fue publicada el 2 de septiembre de 2011 en la sección Bitácora del proyecto de cobertura periodística de la violencia Sala Negra, de elfaro.net)
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