viernes, 27 de enero de 2012

Managua rejuvenece

Me gusta viajar en los buses urbanos por la misma razón –supongo– que a Martín Caparrós le gusta ir a los mercados populares de las ciudades que visita. Buses, mercados, hospitales… son buenos sitios para tomar el pulso a lo desconocido.

La capital nicaragüense ya no me es una desconocida, pero siempre que estoy aquí trato de moverme en bus, siquiera tantito. Siento que me ayuda a captar las esencias que quizá me sirvan para algún relato o para este blog.

Pues bien: Managua se ve hoy más linda. y es por los buses.

Hay transformaciones que solo se aprecian cuando las tenemos frente a las narices. Si hace una semana me hubieran preguntado qué importancia tiene el sistema de transporte público para la imagen de una ciudad, habría respondido que no mucha, que es apenas un factor entre un millón, que… Pero ahora estoy aquí, dentro de un bus, y siento que esta ciudad ha rejuvenecido diez años desde mi anterior visita, hace apenas seis meses. Managua entera se ve hoy más linda, más torneada, con los pechos más firmes.

Me explico: a finales del año pasado entraron en circulación unos 250 buses de fabricación mexicana donados por Rusia, que se sumaron a otra donación de 130 que se efectuó en 2008, también rusa. Dicen que vienen más en camino, adquiridos esta vez por el Ejecutivo vía préstamo. En total, más de medio millar de unidades que hoy dominan las calles de la capital. Se siguen viendo los viejos Blue Bird y otras marcas, pero son minoría ya. Los DINA mexicanos (algunos llevan estampada la bandera rusa en los costados, para explicitar el donativo) son silenciosos, cómodos y modernos, más compactos que los que suelen verse por estas tierras, blancos y cuadrados, aún sin los nombres grabados de la esposa, la hija o la amante del propietario, o el salmo estéril de turno. Tienen asientos individuales y ergonómicos, y un buen número incluye dos plasmas en la parte delantera, para que los usuarios vayan viendo videos o anuncios comerciales o propaganda politiquera. En fin, los DINA son unos buses más que dignos.

La última vez que visité Managua fue en julio de 2011, cuando las unidades viejas como latas oxidadas seguían siendo mayoría aplastante. De ese viaje nació una crónica titulada Barrio Jorge Dimitrov, en la que casualmente incluí un párrafo sobre una unidad del transporte público, párrafo que hoy me suena envejecido como los buses que ya no están.

Este autobús de la 102, una ruta que bordea buena parte del Dimitrov, es un destartalado Blue Bird bautizado con nombre de mujer, un clon del que podría verse en cualquier capital centroamericana. Sábado, mediodía, y la unidad es un horno insuficiente –una docena vamos parados–, pero nadie se atreve a pedir a la señora que quite la gran bolsa que ocupa un asiento, mucho menos que se calle.
Ahora, subido en una unidad de la 102 rumbo a Metrocentro, pienso en la transformación, que va más allá del transporte. Mi asiento es azul y cómodo, y en las ventanas hay cortinas  para que el sol de mediodía no maltrate a los usuarios. El precio del pasaje sigue siendo 2.50 córdobas, 11 centavos de dólar, la mitad de lo que se paga en San Salvador.

Fotografía: internet

1 comentario:

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